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En el tercer milenio de nuestra civilización, aparecen nuevos códigos para comprender la realidad y aperturar la conciencia, los viejos conceptos y pensamientos de la mente colectiva ya no sirven, resultan limitantes, para comprender por ej. las redes humanas, el poder del amor, la multidimensionalidad, la continuidad de tiempo y espacio, los filamentos energéticos que recorren nuestros cuerpos y coincidentemente también a nuestra amado planeta Gaia. La dualidad, nos obligaba a elegir entre esto y aquello, la triada une en un punto los opuestos y surge el concepto de complementariedad y flujo.

Recordemos que el todo está contenido en cada parte, somos una unidad física – mental – espiritual, sin embargo durante muchos años, nos ocupamos de cada aspecto por separado, sintiendo que eran cosas muy diferentes, que no se topaban, surgieron muchos libros, discursos, profesiones y una división permanente, hasta llegar a la sobre especialización detallista y desconectada, especialmente evidente en una medicina deshumanizada y tecnológica que gana dinero con la enfermedad, por lo tanto no destina esfuerzos a promover la salud.

Nuestra querida Tierra, compuesta de agua, aire, tierra, fuego y éter, fuente inagotable de millones de especies y formas de vida, desde microscópicas como las bacterias, hasta gigantes como una ballena azul.

Cada una de ellas, honra con su belleza y diversidad a la energía divina que la creó y no está en sus planes genéticos la destrucción de su único hogar, con contaminación, deforestación, y exterminio de especies. Si somos de verdad inteligentes, debemos comenzar a tener una relación amorosa , honrar y respetar a nuestra gigantesca madre Tierra, que es a su vez, sólo un planeta de un pequeño sistema solar, en una galaxia entre millones.

Para saber que somos seres planetarios, y poder amar y respetar a la Naturaleza, debemos sentir nuestros pies en la tierra y captar en el cuerpo su potente energía protectora y albergadora de vida. No debemos tener miedo a sus manifestaciones más violentas como huracanes, terremotos, tsunamis, erupciones, ella sólo busca encontrar el equilibrio que perdió y nuestra especie tiene algo que ver con eso.

Puesto que también nuestro planeta pertenece a un Universo de dimensiones infinitas, en constante desarrollo y expansión, nosotros como sus habitantes, también somos seres cósmicos y así como las montañas se yerguen hacia el cielo y los árboles abren sus copas, tenemos nuestras coronillas como instrumento de conexión, y de esa forma comprender que también somos habitantes del cielo.

EJERCICIO SUGERIDO

«Para pertenecer, sentir que no estás sólo, que eres un ser maravilloso, único e irrepetible, anclado en un planeta en que como alma, un día elegiste vivir y aprender». Sentado o de pie, ojalá con tus ojos cerrados, comienza a inspirar y expirar en forma lenta y rítmica, recorre tu cuerpo y relájalo.

Conectado desde tu corazón, con un sentido amoroso, reconoce que eres un habitante de la Tierra y al Cosmos. Para lo primero y básico, ancla tu energía individual a través de filamentos dorados que haces penetrar en la tierra desde tu coxis en la base de la columna y desde tus pies. Descarga en la tierra todo lo que ya no te sirve, el pasado, dolores, penas, rabias , miedos, rencores, frustraciones y pide a tu gran madre que transmute, ábrete a recibir de vuelta su grandeza, su protección y fuerza, la energía de la Tierra llena tu corazón y empieza a circular por todo tu ser.

Luego y también desde tu corazón, extiende fibras doradas desde el centro de tu cabeza en la coronilla, hasta el infinito lo más que puedas, activa así tu conexión con lo superior, con entidades angélicas, con lo divino, con otros mundos. Permanentemente eres observado y acompañado por entidades espirituales superiores, no estás sólo, la meditación, la oración son tus mágicas herramientas de comunicación, pide con fé y el universo será tu cómplice. Lleva esa energía hasta tu corazón y siente como circula por todo tu ser.

Ahora aspira ambas energías, se unen en tu corazón, estás anclado tanto al cielo como a la tierra, ámate a ti mismo, tienes la suerte de vivir una experiencia maravillosa, en tu cerebro reptil así como en el neocortex, ampliar tu conciencia en el Amor, ser parte de una Humanidad que despierta, en un Planeta Azul que se ilumina.


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