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SALUD MENTAL EN PANDEMIA

Esther Morales León – Psicóloga Clínica y Educacional

www.esthermorales.cl

Hace más de un año que estamos afectados por una pandemia de coronavirus, una compleja situación de salud física y mental, en la que nos hemos visto todos involucrados, habitantes de todos los países, del hemisferio norte y sur, ricos y pobres, de todas las razas, religiones, colores políticos, ciertamente una muestra de “globalidad y democracia”, como nunca antes experimentamos.

Nos hemos dado cuenta de lo frágiles y vulnerables que somos, ante un microscópico virus que entra a nuestro cuerpo, donde los extremos van desde no contagiarse o no tener ningún síntoma y poder continuar la vida sin ser afectados, hasta llegar a un severo agravamiento e incluso a la muerte, generalmente producto de la complicación de enfermedades crónicas en adultos o simplemente, por que acelera la partida de personas añosas, cuyos organismos no logran resistir. Si nos damos el trabajo de sacar el porcentaje de personas contagiadas y/o fallecidas, respecto del total de habitantes por país, nos sorprendería lo bajos que son, sin embargo sus consecuencias las estamos pagando todos, especialmente con un deterioro en nuestra salud mental, pérdidas económicas, laborales, aislamiento social, imposibilidad de viajar, control militarizado de las ciudades, etc.

Ante esta invasión silenciosa, se movilizan diferentes hipótesis respecto de su causa : ser un  virus contagiado por un murciélago, ser creado en un laboratorio para hacer una guerra bacteriológica, considerarlo el justo castigo por el daño que hemos hecho a la naturaleza, etc. Los gobernantes manifiestan discrepantes posturas, desde cerrar aeropuertos, fronteras, negocios, encerrar a sus habitantes, hasta algunos que minimizan y toman medidas muy a destiempo cuando ven el aumento de casos, o quienes simplemente toman medidas preventivas, que producen un bajo nivel de contagios, como por ej. Nueva Zelanda, un país cuya cúpula gubernamental esta integrada por mujeres.

90 equipos científicos trabajaron en una vacuna y ya hay seis empresas de biotecnología, de Estados Unidos, China, Reino Unido y Rusia que después de solo unos meses y un corto periodo de experimentación y prueba en voluntarios, ya están vendiendo  vacunas por el mundo, sin que existan garantías de que estas funcionarán realmente y cuales serán las reacciones adversas. Hoy unas pocas transnacionales farmacéuticas, están ganando millones de dólares con la venta de vacunas, que al parecer no evitan el contagio, sino sólo el agravamiento de sus síntomas.

Con vacuna o sin vacuna, hay una fuerte emoción, que es común a todos : el MIEDO, considerado por los profesionales de la salud mental, como una emoción básica, derivada del sistema simpático, una rama del sistema nervioso autónomo que nos ha protegido de los peligros de nuestra existencia, desde que vivíamos en las cavernas. Esta emoción básica que también es común con los animales, ha permitido enfrentar el estímulo amenazante, a través de atacar, huir o inmovilizarse y con ello lograr la sobrevivencia de la especie humana y de todas las que existen en nuestro planeta, desde hace millones de años.

Hoy estando ya en el siglo 21, el miedo al contagio del virus llamado covid-19, no nos permite la reacción habitual, porque es un enemigo microscópico e invisible, con un comportamiento imprevisible y aleatorio. Cuando el miedo se instala en el organismo, involucra al cuerpo y la mente, produce una baja importante de las defensas naturales, producidas por el sistema inmunológico y esto es a mi juicio la causa NO considerada por el mundo médico y político, de muchísimos contagios en el mundo.

El aislamiento al que estuvimos sometidos en las primeras etapas de la pandemia y que todavía persiste, generó un alto estrés por encierro, se produjo el término de las actividades habituales, en las diferentes edades, como ir al Jardín Infantil, al colegio, al trabajo, a hacer deporte, y suprimió las actividades sociales, con familiares, amigos, colegas y compañeros. Los síntomas psicológicos más frecuentes son : ansiedad persistente, insomnio, angustia, tristeza, incertidumbre, irritabilidad, pesimismo, mayor descontrol emocional, agresividad y trastornos psicosomáticos. Lentamente en nuestro país, se han ido otorgando permisos, para que la gente salga a hacer compras, trámites, a consultas médicas, a visitar a los ancianos, a tomar vacaciones de verano, etc., y creo que ello ha contribuido a bajar el nivel de estrés y angustia de los ciudadanos, pero no resuelve los problemas psicológicos antes enumerados.

El cierre de locales comerciales ha ocasionado la pérdida de muchos trabajos, también los despidos en las empresas y con ello ha llegado el endeudamiento y el empobrecimiento grave de los más vulnerables. Sin embargo mucha gente ha continuado trabajando online, ha creado un emprendimiento o está distribuyendo sus productos por delivery, paliando en parte la disminución de sus ingresos.

Los medios de comunicación masivos informan diariamente, en forma constante, las cifras de contagiados y de fallecidos, fiestas y reuniones clandestinas, personas intubadas en camas de hospital, nuevas cepas del virus, el avance y retroceso de las restricciones por ciudad y comuna, con lo cual la mayoría de las personas, empiezan a tener un miedo crónico, que afecta seriamente su salud mental, especialmente aquellas que ya estaban presentando cuadros psicológicos o psiquiátricos, antes de la pandemia. Dichos cuadros de preferencia son : trastornos ansiosos, fobias, depresiones, crisis de pánico y síndrome de estrés post-traumático.

Recomiendo encarecidamente a las personas que padecen alguno de estos trastornos, iniciar o retomar medicación prescrita por un médico psiquiatra y acompañar con terapia psicológica, como una forma de evitar su agravamiento en el tiempo.

Para todas las personas de diferentes edades, me permito sugerir : no dejarse llevar por el miedo, alimentarse sanamente, en base a verduras y frutas frescas, frutos secos y semillas, tomar mucha agua durante el día, respirar profundo en forma abdominal, caminar o hacer ejercicio diariamente, evitar ver noticias perturbadoras en la televisión, leer, escuchar música relajante, tener contacto con la naturaleza, meditar, hacer ejercicios de mindfulness, conversar en forma presencial u online con los seres queridos, compartir cariño físico en el hogar, ser lúdicos con los niños, tener un ánimo positivo y optimista frente al futuro, ya que sabemos que las crisis no duran para siempre.

Podemos usar Youtube o Spotify, para escuchar música con sonidos naturales, lluvia, mar, ríos, cantos de ballenas y delfines y especialmente música solfeggio o frecuencia binaural, donde se usan audífonos, para conseguir equilibrar ambos hemisferios cerebrales. No estoy de acuerdo con el encierro obligado, porque vulnera el derecho a la libertad y autonomía, produce ansiedad, angustia, sensación de vulnerabilidad, pero sí creo que se deben evitar celebraciones grupales o el contacto con multitudes, en espacios cerrados y abiertos.

Es importante entender que miles de millones de personas en el mundo, NO se han contagiado, porque tiene organismos y mentes más resilientes, sin embargo estas cifras no se difunden en los medios de comunicación masivos, que prefieren expandir el virus del miedo, impactando el inconsciente colectivo de la humanidad. Lamentablemente estos medios, se limitan a entregar los lineamientos del Ministerio de Salud, tales como aconsejar a la población el uso de mascarillas, lavado de manos y la distancia social, pero no han cumplido su tarea educativa, realizando programas informativos con especialistas, entregando recomendaciones para el bienestar físico y psicoemocional en las diferentes edades y sobre todo contribuyendo a dar una necesaria mirada más positiva y esperanzadora.

Como nos movemos en el mundo de la dualidad, frente a todos los efectos negativos de la pandemia, a nivel mundial han surgido cosas buenas, como una valoración y acercamiento con la familia, una toma de conciencia respecto de la naturaleza y la protección que debemos darle, una disminución del antropocentrismo y la soberbia que caracterizó a la especie humana hasta ahora, una solidaridad con las nuevas generaciones que vendrán, un acercamiento a lo espiritual, una valoración acerca de nuestra existencia así como de la muerte como un fenómeno trascendente, la certeza de que la Tierra debe ser amada, respetada y protegida, porque no sólo es el hogar de la especie humana, sino de millares de especies animales y vegetales, que constituyen una maravillosa reserva de vida, que tenemos la responsabilidad de honrar, cuidar y preservar.

 

 

 


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