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SEXO Y ROMANCE

Esther Morales  L – Psicóloga Clínica

Durante el periodo de conquista y en las primeras etapas de una relación de pareja, abundan los gestos y acciones románticas que entregan la confianza y el clima para iniciar una vida afectiva y posteriormente son el marco en que se inicia la actividad sexual. Gran parte de la gratificación que ambos obtienen, deriva de una cantidad de estímulos placenteros, originados en el deseo de agradar al otro. Tanto el hombre como la mujer se preocupan de la apariencia física, de andar bien vestidos, peinados y perfumados, como una forma de atraer y gustar, ambos están motivados por establecer contacto durante el día a través de llamados telefónicos, mail, chateo, etc, sienten la necesidad de conocer más al otro, son muy cariñosos tanto verbal como físicamente, conversan y comparten gratos momentos, invierten dinero en regalos, se dan el tiempo para organizar salidas a comer, al cine, a conciertos, comparten con las amistades de ambos en asados y fiestas, viajan, vacacionan juntos y aceptan todo tipo de invitaciones donde hacen vida social con la pareja.

La relación de fortalece con crecientes grados de comunicación, gestos amorosos, intimidad erótica y posteriormente con el encuentro más intimo y poderoso : el acto sexual. En la medida que transcurre el tiempo y cuando sentimos que la relación está consolidada, a veces con un matrimonio legal y religioso, y el otro ya es «nuestra pareja», vamos abandonando en frecuencia y calidad todos aquellos gestos y acciones, que un día nos hicieron enamorarnos y sentirnos felices.

Si bien las condiciones de una relación que lleva varios años son diferentes a una que se inicia, siempre es posible prevenir el deterioro y la rutina, realizando cambios o activando comportamientos que demuestren en forma concreta nuestros sentimientos a la pareja. Muchos hombres no imaginan lo importante que es para una mujer sentirse escuchada y comprendida, en vez de que le sugieran soluciones prácticas a sus problemas. El gesto de mirarla cuando ella le habla, en vez de esconderse detrás del diario o mirando un partido de fútbol en la televisión, hace una gran diferencia. Si ella llora o reclama, una palabra cariñosa o un abrazo pueden hacer que se calme y relaje. A la vuelta del trabajo ayudarla con los niños o con algunas tareas domésticas, puede hacer que no se acueste tan agotada y pueda estar motivada para tener intimidad.

A las mujeres les encanta que él se fije en su nuevo peinado, en su vestido, que la piropee si se esmeró en arreglarse, le tome la mano u otro gesto cariñoso. Si el sólo la mira y la acaricia cuando quiere sexo, ella se siente usada y deja de sentirse amada.

Si el hombre invita a la mujer a comer o a otro lugar para divertirse, el que ella evite hacer críticas y se muestre agradada, hará que él se sienta apreciado y repita esta conducta a futuro. El combustible emocional primario de un hombre es sentirse necesario y apreciado, y éste se apaga cuando ella es muy autosuficiente y se basta sola, esta actitud que es de tipo masculino, a pesar de ser considerada parte importante de las conquistas femeninas de los tiempos modernos, ha sido nefasta para la relación entre ambos sexos y sólo ha logrado tener más mujeres agotadas y estresadas y a hombres desinteresados en apoyarlas.

Que la relación de pareja se mantenga en el tiempo y sea de buena calidad, depende de ambos, muchas veces él quiere sexo y ella romance, sólo mediante la comprensión de nuestras diferencias, podemos alcanzar una verdadera intimidad y una buena vida afectiva y sexual.


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