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LA SEXUALIDAD DE NUESTROS NIÑOS

Esther Morales – Psicóloga Infant0-Juvenil y Educacional

Desde la etapa gestacional ya somos seres sexuados y una ecografía puede ser capaz de determinar de acuerdo a nuestro sexo, una predisposición parental y familiar hacia nosotros antes del nacimiento.

Los primeros contactos con el mundo son a través del pecho de nuestra madre, en una estrecha conexión sensual, que nos trasmite alimento y afecto. Los múltiples aprendizajes que debemos realizar posteriormente, tienen como centro nuestro cuerpo y sus sensaciones, desde allí nos vamos abriendo al conocimiento del mundo.

La curiosidad sexual de los niños se despierta alrededor de los tres años y tiene que ver fundamentalmente con las diferencias entre los genitales de ambos sexos, de donde vienen las guaguas y como se hacen. Se recomienda dar respuestas simples en un contexto de confianza y cariño, de acuerdo a la capacidad de comprensión del niño, evitando hablar de abejitas, cigueñas u otras respuestas evasivas y falsas, que sólo producen confusión. Ambos padres deben ponerse de acuerdo en las respuestas que darán y pueden ayudarse por libros, videos, cuentos especializados o asesorarse por un especialista de ser necesario.

La educación afectivo-sexual de los niños es un proceso de modelaje conductual gradual y no una simple respuesta a la rápida, para salir del paso. Somos modelos altamente relevantes para nuestros hijos, estamos educando a través de la actitud que tenemos hacia el cuerpo, la relación con la pareja, opiniones frente a lo que vemos en televisión, etc.

Es sano para un niño tener su propia habitación a muy temprana edad, evitando compartir la cama conyugal por razones obvias, sin embargo muchos padres por comodidad, se acostumbran a lo contrario. La conducta exploratoria del cuerpo es frecuente y puede derivar en acciones de autoestimulación placenteras para el niño, que en ningún caso deben ser reprimidas en forma brusca o castigadora. La masturbación realizada en forma compulsiva por algunos niños y niñas, es un mecanismo que contribuye a reducir la angustia, derivada de situaciones que es preciso investigar.

La concepción patriarcal de la familia determina un aprendizaje de obediencia y sumisión a la autoridad del hombre, y se ha llegado a determinar que un 94% de los abusadores sexuales de niños son hombres, que someten a sus pequeñas víctimas a situaciones de tipo sexual, provocándoles enormes daños en su desarrollo psicosexual actual y futuro. En el mundo muchos hombres con una sexualidad insana, buscan placer sexual en la pornografía infantil y en la prostitución de niños, una de las formas más denigrantes de abuso, frente a la pobreza y desvalimiento de muchos de ellos.

Una parte de nuestra población infantil de ambos sexos, sufre de incesto, pedofilia, abusos sexuales y entre un 75 a 80 % de los casos, la víctima guarda silencio generalmente por verguenza y culpa, de esta forma los padres no se enteran de esta grave situación, por lo cual el agresor no llega a ser denunciados. Este patrón permite que el abuso continúe en el tiempo o que esta persona desviada,  abuse de otros miembros de la familia o de hijos de amigos cercanos.

La representación social de los niños como puros e inocentes les impide conocer y aceptar su sexualidad y la falta de información, les impide protegerse de los riesgos de agresiones sexuales de adultos abusivos, que en su infancia fueron en un alto porcentaje, víctimas de agresiones sexuales.

Además el abusador sexual es un adulto consanguíneo, o una figura de autoridad querida y respetada, que envuelve al niño en una relación que es presentada como afectiva y protectora, lo cual le genera confusión. El hecho de que estas situaciones son progresivas en el tiempo, hace posible su detección y evita su consumación, siempre y cuando algún adulto cercano se percate de los cambios de conducta y de tipo emocional que el niño está presentando.

La sexualidad de nuestros niños debe ser protegida por toda una sociedad, que se precia de moderna, porque tiene más tecnología, mientras en la  intimidad de los hogares ocurren estas aberraciones. En el hogar y en el colegio, el cariño, la confianza, un diálogo abierto, franco y una buena educación sexual, ayudan al niño a tener conductas de autoprotección y es la mejor vacuna contra estas situaciones, ya que en estos casos nunca es más válida la frase que «más vale prevenir que curar».

Esther Morales León
Psicóloga Clínica (U.C)


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