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DISFUNCIONES SEXUALES FEMENINAS

Esther Morales L – Psicóloga Clínica

La respuesta sexual femenina está fuertemente condicionada por factores de tipo psicológico, emocional, afectivo y relacional, lo cual explica que hasta ahora estén resultando infructuosos, los esfuerzos y las millonarias sumas invertidas por algunos laboratorios, en encontrar un Viagra femenino.

Las disfunciones sexuales femeninas son alteraciones de tipo psicosomático, que pueden presentarse en forma permanente o pasajera en la vida sexual de una mujer, que afectan cualquiera de las fases de la respuesta sexual: deseo-excitación-orgasmo y tienen un marcado componente afectivo y de comunicación con la pareja. Las mujeres generalmente se quejan de ausencia de amor, romance, sensualidad y pasión en sus parejas. En forma más grave, una relación deteriorada, marcada por descalificaciones, agresiones verbales o físicas, puede provocar una disfunción, en una mujer que en condiciones favorables, sería capaz de tener una respuesta sexual normal.. Un comportamiento masculino machista, unido al miedo a perder a la pareja, lleva a algunas mujeres a fingir un orgasmo que no sienten. El concepto de “frígida” usado a veces en forma despectiva por los hombres, generaliza a todas las DSF, sin embargo las principales disfunciones son: la apatía sexual, la anorgasmia, la dispareunia, y el vaginismo.

De las consultas por disfuncionalidad, un 37.9 corresponde a inhibición del deseo sexual, y un 16.5 a vaginismo y dispareunia.

Apatía Sexual

Es una inhibición general del deseo y la excitación sexual. Se caracteriza por la falta de sentimientos eróticos. En esta disfunción, las mujeres sienten la relación sexual como un castigo. La situación provoca elaboración de excusas para evitar una relación sexual, además de insatisfacción, temor a la infidelidad o al abandono. Las causas son fundamentalmente de origen psicológico: aburrimiento o rutina, conflictos de pareja, miedo al placer, ansiedad, estrés, depresión, baja autoestima física, etc.

Anorgasmia

Es la imposibilidad de alcanzar el orgasmo, a pesar de mediar una adecuada excitación. Existen distintos tipos de anorgasmia: primaria (nunca experimentó un orgasmo en su vida), secundaria (solía tener orgasmos pero no logra alcanzarlos), absoluta (no puede tener orgasmos en ninguna circunstancia), relativa (no alcanza el orgasmo en determinadas circunstancias, por ejemplo, anorgasmia coital) y situacional (en ciertas situaciones puede experimentar el orgasmo). Las principales causas son psicológicas: experiencias sexuales traumáticas, estrés, depresión, falta de información sobre la sexualidad, etc. Solo un 5% de los casos tiene origen orgánico, ya sea traumático o por consumo de ciertas drogas.

Dispareunia

Es el dolor o molestia que padece la mujer durante el acto sexual y que muchas veces dificulta su realización. Provoca desde irritación vaginal, hasta un profundo dolor. Puede tener causas de origen orgánico, como agentes infecciosos, enfermedades génito-urinarias, irritaciones por el material de los anticonceptivos de barrera (preservativos, diafragma, dispositivos intrauterinos – DIU, espermicidas) y, en la tercera edad, vaginitis senil. Dentro de las causas psicológicas, se pueden mencionar la pérdida de interés por la pareja, que puede originar una inadecuada lubricación vaginal, o la falta de excitación en el momento de la penetración.

Vaginismo

Es la imposibilidad de realizar el acto sexual, debido a la contracción involuntaria de los músculos del tercio inferior de la vagina. A veces, las mujeres que padecen vaginismo pueden gozar de los juegos sexuales, e incluso alcanzar el orgasmo, siempre que no se produzca el coito. En la mayoría de los casos, las causas son psicológicas: falta de información sexual, experiencias traumáticas, violación, abusos sexuales, miedo al embarazo, temor a contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS).

Cualquiera sea la DSF que se padece, siempre es importante saber que toda mujer tiene derecho a tener una vida sexual satisfactoria, y que estas alteraciones tienen remedio. En primer lugar, se sugiere consultar al ginecólogo para descartar una causa orgánica, y luego de común acuerdo con la pareja, acceder a un terapeuta de parejas o sexólogo, que ayude a ambos en la superación del problema.


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