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SEXUALIDAD EN EL MATRIMONIO

Esther Morales L – Psicóloga Clínica

Pese a la mayor libertad sexual que existe dentro de las relaciones de pareja durante la juventud y del hecho de que los años de soltería se han alargado, la mayoría de personas en nuestra sociedad, todavía busca una relación amorosa estable y comprometida, que generalmente, aunque no siempre, se legaliza con el matrimonio. Actualmente muchas parejas jóvenes prefieren convivir antes de casarse, como una forma de conocerse más y saber si son compatibles, antes de atreverse a dar el paso del matrimonio. En el caso de parejas de más edad, esto ocurre porque la relación no puede legalizarse, debido a que uno de ellos o ambos, aún no concretan su separación, debido a la negativa del ex-cónyuge para otorgarla. Sin embargo en ambos casos, su estilo de vida sigue reglas parecidas y tiene un similar nivel de compromiso, que el que tienen las parejas cuyo estatus está legalizado en el matrimonio.

De todas maneras, en nuestra sociedad existe una fuerte tendencia hacia el matrimonio y cuando una pareja joven lleva un tiempo de relación estable, comienzan las presiones familiares o sociales para que se casen, con lo cual a veces se apura una decisión, que debió tomarse en un etapa de mayor madurez, tanto de ambos, como de la relación. Al casarse comienza la presión para que tengan hijos, lo cual impide que se consoliden como pareja, antes de dar un paso de tanta responsabilidad.

Al inicio de una convivencia se disfruta de relaciones sexuales frecuentes y placenteras que se inician en la llamada «luna de miel», sin embargo con el devenir del tiempo, éstas se van distanciando debido a múltiples factores como rutina, conflictos de pareja, exceso de trabajo, falta de privacidad, estrés, la llegada de un hijo, etc.

En general las parejas chilenas después de un tiempo de casados, prenden el botón automático y dejan de estimular, cultivar y otorgar valor a su vida sexual, cayendo en fatales rutinas, como tener relaciones sexuales de una forma pre establecida, apurados, siempre en un mismo lugar y un determinado día de la semana.

El hombre otorga un valor «endiosante» a su trabajo y le dedica muchas horas, como una forma de adquirir estatus o mejorar su nivel económico. La mujer se ve enfrentada a la exigencia de desempeñar bien una multiplicidad de roles y deja de preocuparse de estar bonita y deseable para su pareja.

Además existe la costumbre de hacer dormir a lo hijos pequeños en la cama conyugal, impidiendo así la posibilidad de tener intimidad sexual con la pareja por temor a que el niño se despierte. Con estas actitudes lo único que se consigue es debilitar el lazo de pareja, poniendo en riesgo a la familia toda (cuya base es la pareja), a través de una infidelidad o una separación.

En el caso del hombre que vive una infidelidad, la motivación es pasar más tiempo con mujeres atractivas en su oficina, su deseo de conquistar, obtener placer y la mala calidad o falta de vida sexual, que tiene con su esposa. La mujer que se decide a vivir una infidelidad, es porque lleva un largo deterioro de su relación de pareja estable y encuentra en una nueva persona un estímulo a su atractivo, autovaloración e ilusión.

Recomiendo a las parejas casadas informarse, leer libros de sexualidad (uno recomendable es «Marte y Venus en la cama» de John Gray), probar nuevas formas de hacer el amor, salir sólos durante la semana, pasar un fin de semana sin los niños, en algún lugar fuera de la ciudad. El cariño,la comunicación y una vida sexual gratificante, ayudan a tener una buena calidad de vida, mejor salud y son un antídoto, para cualquier situación que ponga en riesgo a la pareja.

Esther Morales León
Psicóloga Clínica

 


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